![SEÑORA FRANQUISTA (@seorafranquista) | Twitter](https://pbs.twimg.com/profile_images/378800000805029573/8bd20f32b713c414ec23a3d3d77b2039.jpeg)
En su soliloquio, Carmen demuestra que siempre se ha avergonzado de Mario, de sus vestimentas, de sus libros, de sus actitudes ''proletarias'', de su apariencia física... Está desesperada porque no encuentra en Mario el canon de masculinidad (agresividad, protección, dependencia, fuerza física) que, para ella, es fundamental: Carmen es una víctima más de los cánones de la ideología conservadora, de todos ellos. Es, por tanto, fuertemente dogmática, intransigente y arrogante.
Con todo, CHCM permite también una lectura feminista que es enormemente interesante. La pregunta ''¿Y si Mario fuera la causa del comportamiento irritante de Carmen?'' queda imposibilitada en las primeras páginas, pero, en cambio, la pregunta ''¿Ha influido Mario en el comportamiento de Carmen?'' sí puede responderse con mayor rigor, especialmente si atendemos al complejo sexual que Carmen manifiesta constantemente, relacionándolo con la indiferencia y la inapetencia de Mario; la noche de bodas, en que Mario ''se da la vuelta y se echa a dormir'', marca inevitablemente la percepción que Carmen tiene de sí como individuo sexual. No obstante, es esta una reflexión que, aunque interesantísima, no procede en esta entrada. Por tanto, basten los adjetivos y sean sus palabras las que la definan... (os pediré que tratéis de imaginar un gracioso redoble de tambor en los puntos suspensivos que siguen)
Carmenchu es... ¡machista!
En alguna ocasión, Carmen suelta alguna rafaguilla feminista que resulta ciertamente precisa y directa:
El día que os casáis, compráis una esclava (1984: 36) o una fregona (1984: 95)
También las suelta con cierto humor:
Lo que le pasa a Esther es que no te ha visto con zapatillas, que es como hay que veros a los hombres (1984: 97)
Pero lo cierto es que no son nada más que eso, rafaguillas, que quedan brutalmente eclipsadas ante:
Aunque
mujer, no soy blanda (1984: 74)
Una mujer es un ser indefenso, Mario, necesita que la dirijan (1984: 179)
¿Para
qué va a estudiar una mujer, Mario, si puede saberse? ¿Qué saca en limpio con
ello, dime? Hacerse un marimacho, ni más ni menos, que una chica universitaria
es una chica sin femineidad, no le des más vueltas, que para mí una chica que
estudia es una chica sin sexy, no es lo suyo (1984: 53)
Al fin y al cabo, Carmen se considera a sí misma una ''mujer de su casa'' (1984: 40) cuya preocupación consiste en ''saber pisar, saber mirar y saber sonreír'' (1984: 63)
Carmenchu es... ¡clasista!
Su matrimonio es un cóctel explosivo, ya que Mario tiene fuertes convicciones socialistas, que ella no duda en menoscabar siempre que puede:
La bici no es para los
de tu clase (1984: 40)
Sin embargo, como Mario no debía de hacerle mucho caso, se contenta con que sus críticas se difuminen en el aire de lo impersonal:
Y yo, otra cosa no, pero cada cual con los de su clase (1984: 50)
A
los pobres les sacas de su centro y no te sirven ni para finos ni para bastos (1984: 65)
Enseguida os tragáis esas historias de
que más de media humanidad pasa hambre, imagínate, que el que pase hambre hoy
es porque le da la real gana, Mario, como lo oyes, porque, lo que yo digo, si
tienen hambre, ¿por qué no trabajan? ¿Por qué las chicas no se ponen a servir
como Dios manda, di? Lo que pasa hoy es que hay mucho vicio, Mario, que hoy
todas quieren ser señoritas y la que no fuma se pinta las uñas o se pone
pantalones, y eso no puede ser, que estas mujeronas están destrozando la vida
de familia. (1984: 191)
Como cabe esperar de su clasismo, Carmen defiende la monarquía como sistema de gobierno legitimo. La defiende, eso sí, a su manera:
Porque la Monarquía es bonita, Mario, por más
que digas, que no es que yo sea tan apasionada como papá, pero date cuenta, un
rey en un palacio y una reina guapa y unos príncipes rubios y las carroces y la
etiqueta y el protocolo y todo eso (1984: 79)
Carmenchu es... ¡xenófoba!
Una cosa lleva a la otra y, por supuesto, la xenofobia, el antisemitismo y el racismo no pueden faltar en este estupendo manual de cómo no hay que ser que es Carmen Sotillo:
Hasta los negros de
África quieren ya darnos lecciones cuando no son más que caníbales (1984: 74)
Aparte la repugnancia natural, hay que
ver el quehacer que debe de dar un negro, imagina, solo en lavado de ropa. (1984: 218)
Pero
antes la muerte, fíjate bien, la muerte, que rozarme con un judío o un
protestante (1984: 75)
Pero lo podemos llegar a entender, si tenemos en cuenta que:
Somos los más católicos del mundo y los más buenos, que hasta el Papa lo dijo, mira en otros lados, divorcios y adulterios (1984: 50)
Y claro, como en España, en ningún sitio. ¡Lo dice el Papa!
Carmenchu es... ¡totalitaria!
No sorprendería que diese alguna que otra ojeada, para inspirarse, como hacía con la Biblia, al Mein Kampf cuando iniciaba sus monólogos:
Que
si la bomba atómica esa la perfeccionasen de tal modo que pudiera distinguir,
que ya sé que es una bobada, pero bueno, y matase solo a los que no tienen
principios, el mundo quedaría como una balsa de aceite (1984: 130)
Mario sufre una agresión policial por cruzar un parque montado en bici por la noche. Carmen, lejos de apoyarlo y defenderlo, justifica la acción escudándose en que:
El
guardia cumplía con su deber y si te hubiera matado, pues en acto de servicio,
fíjate, pues qué quieres que te diga, porque sí, porque así son las cosas,
porque las han establecido de esa manera (1984: 66)
Como veis, más que el contenido, es la forma que este adopta la que revela la ignorancia de Carmen, plagado de muletillas y fórmulas lingüísticas vacías y muertas. Carmen es una niña, ingenua, al margen de la realidad, que se sustenta difícilmente entre los dogmas ultracatólicos y ultraconservadores. Es una completa ignorante:
Ni
los bombardeos me importaban, ya ves, ni me daban miedo ni nada, que las había
que chillaban como locas cada vez que sonaban las sirenas. Yo no, palabra, todo
me divertía, aunque contigo ni entonces ni después se podía hablar (1984: 61)
Por todo ello, la comunicación con Mario es absolutamente inexistente. Podrán hablarse, pero nunca entenderse. El mayor gesto de integridad moral de Mario es, para Carmen, una rabieta de niño. El lector siente como suya esta incomunicación, que, seguramente, frustró a Mario hasta la depresión, hasta ''los nervios''.
Mario rechazó un puesto de trabajo en un diario de Madrid, con el que seguramente habría ganado mucho dinero, porque censuraron y modificaron parte de sus artículos. Para Carmen, como digo, esta manifestación de integridad y dignidad es poco más que:
Una cabezonada, que si te pusieron
Cruzada en vez de guerra civil, o una pamplina de esas (1984: 191)
Carmenchu es... ¡intransigente!
He aquí el origen de todos los males. Carmen repele cualquier manifestación de heterogeneidad, y, por ello, le repugnan los intelectuales, le repugna su marido:
A los intelectuales deberían
prohibirles ir a la playa, que así, tan flacos y tan cruditos, resultan
antiestéticos, más inmorales que los mismos bikinis. (1984: 189)
Por nada del mundo
quisiera tener un hijo intelectual, una desgracia así, antes que Dios se lo
lleve, fíjate. (1984: 123)
Pese a ello, ha querido la suerte (el autor) que su hijo, Mario, aspire a convertirse en un filósofo. Por ello comentaba en las entradas anteriores que Cinco horas con Mario es una obra esencialmente optimista, aunque, eso sí, como veis, optimista a la manera delibesana, castellana, es decir, tampoco mucho.
La lectura de CHCM me ha llevado a considerar que Carmen Sotillo es un personaje con una entidad y una fuerza suficientes como para equipararse a los otros grandes personajes femeninos de la literatura española, como la Bernarda Alba de Lorca, la doña Inés de Zorrilla, la Paquita de Moratín o la Marcela de Cervantes. Así, os lanzo la siguiente pregunta: ¿Qué otros personajes femeninos añadiríais a esta lista? Y: ¿Cuál de las ''perlitas'' de Carmen os ha impactado más? ¡Podéis comentar vuestras respuestas en esta misma entrada!
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Delibes, Miguel, Cinco horas con Mario, España, Círculo de lectores, 1984, introducción de Rafael Conte y epílogo de Alberto Cousté.
¡Buenísima entrada, Javi!. Lamentablemente, 'Cinco hora con Mario' no es una de las obras que escogí para las lecturas de la asignatura, pero me dejas con muchas ganas de leerla, así que inauguro la lista de 'lecturas para el verano' con ella.
ResponderEliminarMe he quedado ojiplática con todas. Algunas me han parecido de una ignorancia y simplicidad tan extremas que me han hecho muchísima gracia, como: -Porque la Monarquía es bonita, Mario, por más que digas, que no es que yo sea tan apasionada como papá, pero date cuenta, un rey en un palacio y una reina guapa y unos príncipes rubios y las carroces y la etiqueta y el protocolo y todo eso (1984: 79), o Una cabezonada, que si te pusieron Cruzada en vez de guerra civil, o una pamplina de esas (1984: 191).
Otras me disgustaron bastante por la crueldad e inhumanidad de su contenido: Aparte la repugnancia natural, hay que ver el quehacer que debe de dar un negro, imagina, solo en lavado de ropa. (1984: 218), o A los pobres les sacas de su centro y no te sirven ni para finos ni para bastos (1984: 65).
Sin duda alguna se las trae este personaje.
Respecto a la lista que propones, yo añadiría a Ana Ozores, la protagonista de La Regenta, de Clarín. Creo que es un personaje de gran complejidad al que habría que dedicar mucho tiempo para analizar y entender.
ìHola, Julia!
EliminarTe agradezco mucho tu comentario, y me alegra mucho, de veras, colaborar indirectamente en esa lista de lecturas que comentas.
Sí, sin duda, Ana Ozores es una figura que merece formar parte de este improvisado elenco. ¡Gracias!
A los muertos ¿solo elogios?... Menchu ya nos deja claro que no. ¡Increíble la selección de perlas, Javi! Al leer la perlita de Carmen sobre la bicicleta de su marido he recordado otra de sus frases clasistas "el hábito no hará al monje, pero impone". He de confesar que después de leer CHCM terminé cogiendo un poco de "tirria" a Carmen y a los Seiscientos.
ResponderEliminarPara esa lista propongo a la Guindilla Mayor, otro de los personajes femeninos de Delibes, en este caso, de su novela El camino.
Un saludo.
¡Hola, Paula! Me alegra mucho leer tu comentario. Yo también le he cogido ''un poco'' de tirria a este personaje. No obstante, creo que cualquier obra literaria que aspira a la genialidad debe provocar una reacción (moral, emocional, ideológica...) en el lector y, en este caso, como también me comentas tú, CHCM lo consigue.
Eliminar''El camino''... es una de esas novelas con que, siguiendo el consejo de Julia, ampliaré la lista veraniega de lecturas.
¡Un saludete!