domingo, 5 de abril de 2020

Antonio Buero Vallejo (1916-2000)




En este blog se va a llevar a cabo un estudio sobre Antonio Buero Vallejo con el objetivo de que todos podamos conocer más a este magnífico autor, que tantas obras teatrales ha dejado para la posteridad y quedarán siempre en la memoria y el recuerdo de muchos. Espero que os interese el tema y os sirvan mis entradas para despertar vuestra curiosidad por este dramaturgo. Para ello, en primer lugar, proporcionaré algún dato biográfico, pero, sobre todo, es necesario comenzar situando al autor en el contexto social, histórico y literario en el que escribe. Esta información debemos tenerla siempre presente, ya que su devenir vital influye notablemente en el contenido de muchas de sus obras, tal y como se podrá comprobar en próximas entradas en las que analizaré textos teatrales concretos.

Dos joyas radiofónicas para celebrar los cien años del nacimiento ...
Antonio Buero Vallejo nació en Guadalajara en 1916 y falleció en esta misma ciudad en el año 2000. Se trata de un autor que tuvo un gran éxito en el teatro español de aquella época. El recibimiento del público fue muy positivo para Buero e incluso abrumador y sorprendente en muchos sentidos. Su esposa fue Victoria Rodríguez (1959-2000). Buero fue hijo de un comandante de la Academia de Ingenieros. Es un joven republicano. Al frente de “El Jarama” le avisaron de que su padre había sido fusilado[1]. Es la primera gran desgracia para nuestro dramaturgo. A esta se sumó más adelante el fallecimiento de su hijo Enrique con tan solo veinticuatro años en un accidente de coche. Con todo ello, quiero deciros que en Buero es esencial su biografía para entender su obra. El hecho de que este autor haya cultivado la tragedia procede, no de una experiencia literaria, sino de su propio devenir vital, puesto que su vida fue realmente un acontecer trágico. Esta idea la refuerza, de alguna manera, también Lina Rodríguez (2009: 478) al afirmar que “la marca más genuina de Buero Vallejo […] es su tendencia a la tragedia, su gusto por enfrentar a los personajes consigo mismos”.

En lo referente a sus implicaciones políticas, “[…] por su adhesión a la República fue condenado a muerte tras la guerra, aunque le conmutaron la pena y permaneció hasta 1946 en la cárcel, donde llegó a conocer a Miguel Hernández […]. Esa experiencia justifica que la tortura sea motivo repetido en varias de sus obras […]” (Rodríguez Cacho, 2009: 477). En conexión con esta idea, me gustaría mencionar una oración de Domingo Miras, puesto que refleja muy bien el contexto en el que este autor vivió y desarrolló su obra. Así, este dramaturgo afirma acerca de Buero Vallejo lo siguiente: “nacido bajo el cañón de la Gran Guerra, su generación fue destinada al sacrificio colectivo en una contienda menos amplia, pero no menos cruel. La reseca piel de aquella España pronto iba a recibir un copioso riego que no sería el de las benéficas lluvias, sino el de la negra sangre de los muertos” (2016: 31). 

Un rasgo fundamental que se debe señalar de Buero es que, de acuerdo con Mariano de Paco (1984), se trata de un escritor muy comprometido con los problemas de su tiempo y adopta actitudes realmente críticas, lo cual trae consigo, como en todo, sus ventajas y sus inconvenientes. En este sentido, como expone Buero Vallejo (1994: IX)[2], muy a menudo sus obras han sido acontecimientos que trascendían en el mundo, llegándose a convertir en fenómenos de alcance casi nacional. De este modo, su teatro no era únicamente un medio para la expresión de ideas personales, sino también un espacio en el cual confluían ilusiones colectivas, en las que se veían reflejados los espectadores. En cuanto a su personalidad, era una persona que tenía un aspecto sobrio y ascético, pero en su interior residía un excelente humor.

Escenografía y personajes de “Historia de una escalera”Es un dramaturgo perteneciente a la corriente conocida como ‘realismo social’[3]. La obra con la que se dio a conocer fue con Historia de una escalera (1949), pieza teatral que debe ser visualizada en su contexto para ser entendida completamente y valorar de forma adecuada la enorme importancia que tuvo. Nos encontramos en la posguerra española con todo lo que ello conlleva. El éxito de esta obra fue rotundo y merecido. De hecho, recibió el Premio Lope de Vega[4]. No obstante, como explica César Oliva (1989: 233), “la primera obra redactada, que no estrenada, de Buero Vallejo es En la ardiente oscuridad (1950)”. Este texto fue escrito en 1946.

En concordancia con las palabras de Mariano de Paco (1984: 9), Buero ha llevado a cabo un teatro trágico que expresa el desgarramiento interno del hombre entre las limitaciones que padece, los condicionamientos que la sociedad le impone en cada momento y sus propias miserias y deseos. Como afirma Buero Vallejo (1994: XVII), el autor no se conforma con proponer un teatro de diversión fútil y pasajera, sino que quiere elaborar representaciones en las que se enfrente al hombre con su más honda realidad, haciendo especial énfasis en las raíces de todo aquello que en la vida cotidiana pasa inadvertido. Desde la escena trata de intervenir también en el proceso histórico, ya que busca crear conciencia en el espectador de la propia situación que se estaba viviendo en ese período en España.

Además de las piezas ya mencionadas, en cuanto a la producción teatral del autor, a continuación voy a señalar algunas de sus obras: Las palabras en la arena (1949), La tejedora de los sueños (1952), La señal que se espera (1952), Madrugada (1953), Hoy es fiesta (1955), Las cartas boca abajo (1957), Un soñador para el pueblo (1958), Las Meninas (1960), El concierto de San Ovidio (1962), El tragaluz (1967), La doble historia del doctor Valmy (1968), El sueño de la razón (1970), La fundación (1974), Jueces en la noche (1979), Diálogo secreto (1984), Lázaro en el laberinto (1986) o Música cercana (1989), entre otras[5].  

Hay una enorme vinculación en este autor entre la pintura y sus obras teatrales. De hecho, él pensaba que iba a ser pintor, pero pronto sintió una enorme atracción por la literatura. Así pues, en Las Meninas[6] se produce un acercamiento a Diego Velázquez. En esta obra, “hace vivir a un Velázquez muy humano que se atreve a defender su verdad contra quienes le acusan de traición y rebelión” (Lina Rodríguez, 2009: 482). Por otra parte, de acuerdo con Buero Vallejo (1994: XL), en el mismo año de la publicación de Las Meninas, destaca la aparición en las páginas de la revista Primer acto de la polémica posibilismo-imposibilismo con Alfonso Sastre. Este defiende que el autor teatral en ese momento tiene que ser imposibilista, enfrentándose así a Buero Vallejo, quien defendía una postura posibilista. Otro aspecto relevante es que nuestro autor creó un dispositivo teatral denominado “efecto de inmersión”.

BUERO VALLEJO, LA PERSONA Y EL PERSONAJE
En definitiva, nos debemos quedar con la idea de que es un autor fundamental de esa época en el teatro de nuestro país y contribuyó a una elevación ética, moral y estética del teatro que se estaba practicando en ese momento. Por todo lo mencionado, se convirtió en el gran autor de la segunda mitad del siglo XX. Espero que con la información que os he proporcionado hasta el momento se haya despertado en vosotros el interés por este autor y continuéis conociéndolo en las próximas entradas.

BIBLIOGRAFÍA

BUERO VALLEJO, ANTONIO (1994): Teatro, ed. Luis Iglesias Feijoo y Mariano de Paco, Espasa Calpe, Madrid.

BUERO VALLEJO, ANTONIO (2007): Historia de una escalera, ed. Virtudes Serrano, Austral Teatro, Madrid.
DE PACO, MARIANO (1984): Estudios sobre Buero Vallejo, Los trabajos de la Cátedra de Teatro, Universidad de Murcia.


MIRAS, DOMINGO (2016): La libertad en Buero Vallejo, Monteagudo, Nº 21, pp. 31-48.

OLIVA, CÉSAR (1989): Historia de la literatura española actual. El teatro desde 1936, Alhambra, Madrid.

RODRÍGUEZ CACHO, LINA (2009): Manual de Historia de la Literatura española, Castalia, Madrid.




[1] Le fusilan por el simple delito de ser Teniente Coronel del Ejército republicano.
[2] Los autores que realizaron el estudio introductorio son Luis Iglesias Feijoo y Mariano de Paco. Aplíquese este dato a todas las referencias bibliográficas de ese libro. 
[3] Tal y como afirma Lina Rodríguez Cacho (2009: 477), “lo que se entiende por ‘teatro de testimonio social’ solo encontró un cruce válido para llegar al gran público en Antonio Buero Vallejo, quien tenía detrás una dura trayectoria de excombatiente republicano”.
[4] De acuerdo con Virtudes Serrano en Buero Vallejo (2007: 12), también se le otorgó a este autor “el Premio Nacional de las Letras Españolas, justo reconocimiento de una trayectoria artística y vital que cubre la segunda mitad de nuestro siglo [...]”.  
[5] Se puede llevar a cabo la lectura de todas estas obras en BUERO VALLEJO, ANTONIO (1994): Teatro, ed. Luis Iglesias Feijoo y Mariano de Paco, Espasa Calpe, Madrid.
[6] Por ejemplo, en El sueño de la razón se centrará en la figura de Goya.

El universo literario de Enrique Jardiel Poncela.



En las siguientes entradas nos sumergiremos en la creación literaria de Enrique Jardiel Poncela. 

En primer lugar, estudiaremos la vida del autor. Después, atenderemos a su propuesta estética y sus obras.

1.      Apuntes biográficos de Enrique Jardiel Poncela.

Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) fue un prolífico escritor que cultivó diferentes géneros literarios desde un afán regeneracionista de la literatura y que destacó por la originalidad de su teatro cómico, siendo considerado “único en su género” (Olmos, 2015: 70).

Este autor nació bajo el seno de una familia burguesa madrileña, hijo de una pintora y un periodista, lo que le permitió estar en contacto con el mundo intelectual. En la biblioteca de sus padres se nutrió de textos de “Cervantes, Charles Dickens, Lope de Vega, Aristóteles, Alejandro Dumas o Arthur Conan Doyle” (Olmos, 2015: 49), que alentarían su perfil artístico.
Desde pequeño sintió la vocación teatral. Por ello, en 1916 comenzó a componer obras teatrales junto a Serafín Adame Martínez, como La banda de Saboya (1921). Estudió en la Institución Libre de Enseñanza y, después, en la Sociedad Francesa, centros que le vincularon al pensamiento europeo.

Hasta sus 20 años publicó en periódicos como La acción o Las cortes. Después, en “El imparcial, La libertad, La nueva humanidad y La correspondencia de España” (Gallud, 2014: 93).  Desde 1922 publicó en la revista Buen humor y, más tarde, en “Gutiérrez, Aire Libre, Nuevo Mundo, Mundo Gráfico, La Voz, El Sol, El Heraldo de Madrid y Las Provincias” (Gallud, 2014: 94). En 1925 fundó, junto a J. López Rubio y A. Barbero, un semanario cómico infantil titulado Chiquilín. También participó en programas radiofónicos para Radio Ibérica, en los que presentaba diálogos cómicos.


El dibujo y la caricatura también formaron parte de su actividad artística. Por ello, en 1923 comenzó a publicar en la revista Buen humor junto a dibujantes como “Fresno, K-Hito o Federico Ribas y humoristas como Gómez de la Serna, Miguel Mihura, Edgar Neville, Wenceslao Fernández Flores o Ernesto Polo” (Olmos, 2015: 67). En 1927, su experiencia en esta revista y las "ideas aperturistas y renovadoras heredadas de R. Gómez de la Serna" (Olmos, 2015: 68) impulsaron a Jardiel a dedicarse expresamente a la literatura humorística. En ello se mantuvo hasta finales de los años 40, siendo reconocido como uno de los mejores dramaturgos cómicos del momento. 



Jardiel extendió su carrera a Hollywood, donde trabajó como guionista para la Fox Film Corporation en 1932. También dobló películas mudas y actuó como figurante. Un año más tarde, en París, trabajó para la Fox filmando los Celuloides rancios, creando una "nueva forma de expresión fílmica" (Gallud, 2014: 212) y que consistía en el doblaje humorístico de las películas mudas. 



En 1937 embarcó a Buenos Aires, de donde regresaría al año siguiente. Desde 1938, y hasta que acabó la guerra, vivió en San Sebastián. El bando republicano le repudió por considerar sus obras “demasiado derechistas” y el franquismo le censuró por ser “demasiado izquierdista”. Esto resultó frustrante porque el autor se mantuvo imparcial en cuanto a las ideas políticas y no incluyó temática política en sus obras. Mientras tanto, había trabajado en algunos cortometrajes para Cifesa y había publicado en Domingo. Entre 1940 y 1943 desarrolló dos giras teatrales por España con su propia compañía llamada Compañía Española de Comedias Cómicas.


En 1944 viajó a Buenos Aires para realizar una gira teatral por América Latina. Cuando se encontraba en Uruguay, se produjo una reyerta contra él encabezada por “exiliados republicanos españoles y uruguayos opuestos al régimen franquista, con el que se le relacionaba” (Gallud, 2014: 95). Por ello, regresó arruinado a España, un año antes de que le detectasen un cáncer de laringe. En 1946 recibió el Premio Nacional de Teatro por su obra El sexo débil ha hecho gimnasia. Enfermo, pobre y abandonado murió en 1952 en su casa de Madrid.


En su momento, "el crítico Alfredo Marqueríe acuñó el término jardielismo" (Gallud, 2014: 219) para englobar la importancia y el legado que dejó en la literatura contemporánea. Se considera que, hoy en día, no hay un solo comediógrafo que no haya sido influenciado por Jardiel. Sus discípulos más importantes fueron Alfonso Sastre, Miguel Martín, Fernando Fernán-Gómez y Gustavo Pérez Puig. En la actualidad, es un autor presente en los escenarios teatrales de toda España y se le considera un “autor de éxito y un autor de culto. Los montajes de sus obras, hoy, son garantía de éxito” (Ramón Fernández: 2001).

Al llegar la muerte de Jardiel, su hija Evangelina imprimió en su lápida las palabras de su padre que rezaban “Si queréis los máximos elogios, moríos”. Sin embargo, ninguno de los dos esperaba que “llegarían otras alabanzas, solo que cincuenta años después” (Mejías, 2001).



2.      Propuesta estética y obras.

Jardiel perteneció a “la otra Generación del 27” o “la Generación Inverosímil”, junto a “Miguel Mihura, Guillermo de Torre, Antonio Lara o Edgar Neville” (Gallud, 2014: 99). Este grupo cultivó la vanguardia como punto de partida revitalizador de aquellos géneros literarios anquilosados en la repetición de tópicos. Por ello, la voluntad  de este autor se inclinó hacia dos objetivos: “la dignificación del humor y a la búsqueda de la originalidad” (Gallud, 2011: 52). 

Jardiel seguía fielmente las teorías de Ramón Gómez de la Serna y de Ortega y Gasset, que sembraron en él la idea de conformar una estética rupturista. 
De hecho, para Jardiel, Gómez de la Serna fue su maestro y aseguró que “sin él muchos de nosotros no seríamos nada […] Lo que el público no pudo digerir de [las comedias de] Ramón Gómez de la Serna, se lo dimos nosotros masticado y lo aceptó sin pestañear” (Lafuente: 2001). Por otro lado, conociendo las teorías de Freud y Bergson, Jardiel conformó su teoría del humor intelectual. 

Jardiel defendió la postura vanguardista de hacer "el arte por el arte". No obstante, su teatro fue muy efectista en cuanto a que lograba evadir al público de la desalentadora realidad de los años 40 mediante la risa, pero también generaba en ellos “una resonancia de amargos desengaños” (Montero, 2001) por su contenido crítico.
Jardiel compuso obras hilarantes, rebeldes, picantes y caricaturescas en las que las innovaciones y las transgresiones tomaban el mando. Pese a que algunos críticos titularon sus producciones como "literatura de evasión" (Gallud, 2014: 137), estas escondían claras denuncias “a la hipocresía reinante y eran una invitación continua a la reflexión sobre el mundo” (Gallud, 2001). 
Por otro lado, Jardiel desarrolló una vertiente literaria en la que el humor se orientó a la parodia metaliteraria de los géneros que triunfaban en el momento, pese a estar plagados de "insulsez [...], ñoñería [...] y falta de ingenio" (EJP, O. C., II: 629)[1].

Entre sus composiciones teatrales destaca el teatro inverosímil -nunca absurdo- donde desplegó toda su maestría cómica. Jardiel lo cultivó con el objetivo de superar el teatro cómico que se estaba representando hasta el momento. Creando situaciones inverosímiles y “diálogos rápidos, joviales, procaces y brillantes” (Olmos, 2015: 30), el autor conformó una estética original que sublimaba lo cómico. 

Entre sus obras teatrales más aclamadas destacan Usted tiene ojos de mujer fatal (1932), Angelina o el honor de un brigadier (1934), Las cinco advertencias de Satanás (1935), Cuatro corazones con freno y marcha atrás (1936). Sin embargo, su producción más aplaudida fue Eloísa está debajo de un almendro (1940), en la que lo equívoco y lo inverosímil alcanzaron su máxima expresión. Un año más tarde estrenó la farsa Los ladrones somos gente honrada (1941).

De su trabajo como novelista destaca la trilogía Amor se escribe sin hache (1928), Espérame en Siberia, vida mía (1929) y Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? (1931), que parodia las exitosas novelas eróticas del momento. También compuso narrativa breve y ensayos.

La relación entre Jardiel y el éxito fue turbulenta. En sus inicios, trató de ofrecer obras teatrales afines a la estética consagrada. El éxito taquillero era fundamental para él. Sin embargo, acabó por comprender que, para crear un estilo propio y original, "debía enfrentarse a la incomprensión y la crítica” (Olmos, 2015: 76). Por ello, mientras cultivaba obras inverosímiles, también compuso otras más fácilmente asumibles por el público. 

Al llegar la enfermedad mortal que le acompañó durante siete años, el carácter de este autor se agrió y algunos críticos han hecho prevalecer la idea de que este escritor fue una persona oscura y amargada. Sin embargo, desmienten esta versión tanto él, que aseguró no poder declarar que su humorismo estuviera apoyado en bases dolorosas (EJP, O. C., III: 708)[2], como su hija, que explicó que su padre era "vitalista, simpático, divertido y bohemio" (Mejías, 2001).

Bibliografía

Fernández, José Ramón (2001). “El hombre que hacía soñar al público”, ABC (13 octubre), p. 9.
François, Cécile (2016). Personaje femenino e intertextualidad paródica en la trilogía novelesca de Enrique Jardiel Poncela. Madrid: Visor Libros.
Gallud Jardiel, Enrique (2011). El teatro de Jardiel Poncela. El humor inverosímil. Madrid: Fundamentos.
Gallud Jardiel, Enrique (2014). Jardiel. La risa inteligente. Zaragoza: Doce Robles.
Jardiel Poncela, Enrique (1973). Obras completas, Barcelona: ed. AHR.
Jardiel Poncela, Enrique (2001). Obras selectas, prólogo de Gustavo Pérez Puig, Madrid: Espasa, Austral Summa.
Jardiel Poncela, Evangelina (1999). Enrique Jardiel Poncela: mi padre. Madrid: Biblioteca Nueva.
Lapuente, Fernando R. (2001). “«Sin ramón no seríamos nada»”, ABC (13 octubre), p. 13.
Mejías, Carmen (2001). “Evangelina Jardiel: «mi padre era vitalista y bohemio»”, ABC (13 octubre), p. 8
     [Extraído de https://www.abc.es/archivo/periodicos/cultural-madrid-20011013.html. Consulta: 06/05/2020]
Montero Padilla, José (2001). “Literatura y vida”, ABC (13 octubre), p. 10.

Olmos, Víctor (2015). ¡Haz reír, haz reír! Vida y obra de Enrique Jardiel Poncela. Sevilla: Editorial Renacimiento.




[1] Extraído de Gallud, 2014: 138.
[2] Extraído de Gallud, 2011: 51.



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Y con el teatro de Miguel Hernández doy por concluido este viaje a través de su vida y gran parte de su obra. Personalmente, no sabía much...