domingo, 24 de mayo de 2020

Las novelas de E. Jardiel Poncela

La producción novelesca de Enrique Jardiel Poncela

E. Jardiel Poncela escribió cinco novelas largas y treinta novelas cortas. La primera de sus novelas fue un escrito de juventud de temática sentimental y espiritista titulado Plano astral (1922). “En esta novela se empieza a gestar el interés por el humorismo, lo misterioso y lo sobrenatural que después llevaría al teatro” (Ariza, 1974: 44).

Sus novelas más conocidas fueron escritas en el corto periodo entre 1928 y 1932. Sus títulos son Amor se escribe sin hache (1928), ¡Espérame en Siberia!, vida mía (1929), Pero... ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? (1931) y La «tournée» de Dios (1932). Después, se dedicó íntegramente a su vertiente teatral.

En primer lugar, Jardiel publicó una trilogía. Este conjunto de novelas  parodiaba las novelas pseudo-eróticas del momento en Amor se escribe sin hache (1928), burlaba las novelas de aventura o viajes en ¡Espérame en Siberia!, vida mía (1929) y trataba el donjuanismo y la sexualidad femenina en Pero... ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? (1931).

Estas tres novelas compartieron el objetivo común de distorsionar cómicamente los diferentes aspectos de las novelas amorosas de éxito del momento, tratando humorísticamente el erotismo. Por lo tanto, de nuevo reconocemos el interés de este autor por construir sus producciones enmascarando la crítica metaliteraria. Jardiel se afanaba en “purgar el arte de todo lo patético y melodramático que lastraba la literatura” (François, 2016: 258). De hecho, él mismo aseguraba que “[…] las novelas de amor en serio solo pueden combatirse con las novelas de amor en broma” (EJP, O. C., IV: 1217)[1].

En la trilogía, Jardiel arremete principalmente contra aquellos escritores que construyen sus obras amontonando estereotipos y clichés para un público poco exigente, gran consumidor de novelas “de amor” baratas. En su lucha contra esta literatura prefabricada, el autor denuncia las situaciones convencionales, los motivos recurrentes y los desenlaces vulgares. (François, 2016: 258).



Por último, publicó su novela más polémica, La «tournée» de Dios (1932), en la que Dios desciende de los cielos y se ve abandonado por sus criaturas, que tenían una concepción diferente del Creador. Sin embargo, en esta novela Jardiel nunca se burló de la Divinidad, si no de la sociedad incapaz de entender su grandeza.


Una novela corta interesante fue Los 38 asesinatos y medio del catillo de Hull (1936), donde Jardiel parodió las novelas detectivescas de Arthur Conan Doyle y se introdujo a sí mismo dentro de la historia para resolver un caso junto a Sherlock Holmes. Una novela corta que pasó desapercibida fue El naufragio de «Mistinguette», en la que un judío, en una balsa llena de náufragos de diferentes nacionalidades, acaba controlando los bienes materiales y los medios de pesca del resto de personajes.


A continuación, destacaremos algunos recursos literarios innovadores que incluyó Jardiel en sus novelas.
En primer lugar, sus novelas contaban con elementos tomados de otros géneros. Es decir, eran obras híbridas. Por ejemplo, del teatro extrajo la segmentación de la trama en secuencias, el uso de técnicas efectistas y el dialogismo. Del mundo radiofónico y periodístico incorporó la voz de los medios de comunicación como elemento activo en la narración de las peripecias.

La segmentación de la trama le confería gran originalidad a sus textos, en los que podían encontrarse capítulos interrumpidos por otros subcapítulos, referencias como “aquí continúa el capítulo veinte” (Gallud, 2014: 160) o el recurrente uso del flashback.

El orden de los capítulos y las partes de las novelas se desordenaban y no seguían un orden cronológico, para lo que el autor proponía

1)      Leer saltando de capítulo a capítulo, buscando el 1, luego el 2, etc.
2)      Desencuadernar el ejemplar, alterar las páginas y volverlo a encuadernar.
3)      Coger el libro sin leerlo y tirarlo por el balcón. (EJP, O. C., V: 409)[2].

En segundo lugar, es imprescindible señalar el afán de Jardiel de distanciar al lector de su obra. Para evitar que el lector se vinculara emocionalmente con sus novelas, Jardiel incluía interpolaciones, llamadas divagaciones imprescindibles, mediante las que interrumpía el hilo narrativo y recordaba a los lectores que todo era ficción.

A través de estas intervenciones, a modo de pie de página, paréntesis o citas eruditas, daba su opinión sobre los personajes, se justificaba o dialogaba directamente con el lector. De esta manera, el lector pasaba a formar parte del relato a la vez que era forzado a mantener una actitud analítica y distanciada de la historia. Estos son dos ejemplos de sus originales divagaciones imprescindibles:

¿Se os ha muerto un pariente querido? ¿Y le habéis visto resucitar una hora después de muerto? ¿No? Entonces, ¿cómo vais a daros cuenta de lo que pasó por el interior de Pedro de Valdivia al recibir y leer aquella carta? (EJP, O. C., VI: 339)[3].

El lector- ¡Atiza!
El autor- ¿Ocurre algo?
El lector- No, nada. Que estas casualidades no se producen más que en las novelas.
El autor- ¿Y esto qué es? ¿Un libro de álgebra? (EJP, O. C., V: 285)[4].

En otros casos, las divagaciones se orientaban a parodiar la pedantería. Lo que se encontraba, por ejemplo, en las notas al pie que contenían explicaciones lingüísticas, su propia crítica de la obra, invitaciones a saltarse algunos capítulos o citas clásicas, afirmando que “una cita en latín de cuando en cuando da al autor un aire sensato y ayuda a hacer la digestión de las glucosas” (Gallud, 2014: 162).

“Su estilo está orientado hacia la desmitificación de los recursos expresivos tradicionales; pretendiendo sacar al lector del procedimiento descriptivo novelesco” (Gallud, 2014: 165). Con este objetivo, era común que Jardiel incluyera juegos gráficos, que trastornaban el tamaño, el tipo de letra y la disposición espacial de las palabras; enumeraciones desdramatizadoras, como la composición química del medicamento que consume un personaje o dibujos y efectos visuales que favorecían la transmisión de sensaciones.


Lo verdaderamente interesante de esta técnica (de plasmación de dibujos) es su poder psicológico sobre el lector. Un personaje llora desesperadamente por un problema sentimental y su mirada se detiene unos instantes en el dibujo de una alfombra. Ante grandes dolores, la mente humana se concentra en detalles sin importancia. Pues bien, Jardiel dibuja de forma meticulosa un enloquecedor diseño de alfombra […] que, lejos de despistar, nos proporciona mayor profundidad en cuanto a la situación anímica del personaje. (Gallud, 2014: 168).



Bibliografía:
Ariza Viguera, Manuel (1974). Enrique Jardiel Poncela en la literatura humorística española. Madrid: Fragua, p. 43-57.
François, Cécile (2016). Personaje femenino e intertextualidad paródica en la trilogía novelesca de Enrique Jardiel Poncela. Madrid: Visor Libros.
Gallud Jardiel, Enrique (2014).  Jardiel. La risa inteligente. Zaragoza: Doce Robles, p. 155-185.
Jardiel Poncela, Enrique (1973). Obras completas, Barcelona: ed. AHR.




[1] Extraído de Ariza, 1974: 44.
[2] Extraído de Gallud, 2014: 161.
[3] Extraído de Gallud, 2014: 161.
[4] Extraído de Gallud, 2014: 162.

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