sábado, 2 de mayo de 2020

La renovación teatral de E. Jardiel Poncela


Las comedias teatrales de E. Jardiel Poncela fueron las producciones más significativas de su carrera literaria. Por ello, en esta entrada estudiaremos las técnicas humorísticas más recurrentes que empleó en la conformación de sus obras. 
En la siguiente entrada, titulada "La comicidad verbal", atenderemos de forma focalizada a dos obras teatrales para sumergirnos en el estudio de los procesos de configuración de la comicidad verbal. Además, ejemplificaremos con textos sus rasgos humorísticos más interesantes.

1. RENOVACIÓN TEATRAL.

En primer lugar, debemos constatar que E. Jardiel Poncela creó su propio género teatral: "el teatro cómico fantástico con elementos de parodia y de gran guiñol[1]" (Gallud, 2014: 185). 
Como punto de partida recordaremos, una vez más, que el objetivo fundamental de este autor era emplear la estética vanguardista para evidenciar y corregir los grandes defectos del teatro humorístico que se estaba representando durante esos años. Según Gallud Jardiel, su relación con la vanguardia nació de su afán por romper con el pasado, subvertir las normas de expresión y demostrar su cosmopolitismo a través de una estética surrealista que daba cabida a personalidades desinhibidas y a situaciones inverosímiles (2014: 101).



Jardiel se enfrentó a un panorama de comediógrafos que repetían incansablemente los mismos patrones para llenar salas teatrales de espectadores acomodados en los esquemas repetitivos. Las producciones más usuales durante el inicio del s. XX fueron el sainete y el género chico, comedias castizas y costumbristas en las que destacaban Carlos Arniches y Muñoz Seca.

Ante esto, el escritor propuso una nueva forma de hacer comedias y creó una teoría culturalista [2] que defendía el humorismo como prueba de inteligencia y que consideraba la risa como un camino para la liberación de la tensión psicológica. Sus obras contenían grandes giros humorísticos en los que la ironía y la parodia revistieron de risa los problemas sociales y literarios. 

Su teatro humorístico fue inverosímil, no absurdo, pues los elementos absurdos que expuso tenían su función y explicación argumental. Sus comedias fueron disparatadas, pero esto no evitó que el autor cosechase grandes éxitos taquilleros y se erigiera como uno de los comediógrafos más relevantes del S. XX en España. Sus obras buscaban ser claras y de calidad  “para que todo el mundo lo entendiera, [igual que hicieron] Tirso, Calderón y Lope” (EJP, O.C., VI: 978)[3] y estaban dirigidas a las masas, no a grupos minoritarios de la sociedad.


Por encima de todo, se le reconoce por su gran originalidad. La singularidad de sus obras nacía de

la atemporalidad del conflicto, la destipificación del lenguaje, el encadenamiento de situaciones inverosímiles, la dosificación de la comicidad en el lenguaje y la diversificación de la comicidad de situación, así como un tono de fantasía e irrealidad que intenta mantener […] para desasirse de la tradición figurativa, concreta y lógica. Su fantasía [hizo] soñar al público. [Gallud, 2014: 111].




2. HUMOR DE SITUACIÓN.

La renovación más significativa que E. Jardiel Poncela llevó a los escenarios fue la evolución del humor basado en la palabra y el chiste, al humor que fundamentado en la acción y la situación. 

A continuación, estudiaremos algunos de los rasgos renovadores más importantes que propuso Jardiel. En este caso, los referidos a las situaciones, los personajes, los temas, el decorado, etc. 

Los argumentos de sus comedias rozaban el barroquismo, pues el autor actualizaba las técnicas de acumulación de situaciones, personajes y disparates. Sus historias comenzaban in media res e impedían la gradación argumental, ya que desde la primera escena se presentaba un enredo dinámico y de diálogo rápido que se iba enmarañando para acabar deshaciéndose de forma racional. De esta manera, innovó en la no presentación de los antecedentes y en la unión de la estética barroca aglomeradora con la vertiginosa concatenación de acciones propia de las producciones de Hollywood.


Sus obras contenían la intervención de muchos personajes, lo que complicaba (y encarecía) sus representaciones. Las características fundamentales de los personajes jardielescos eran la locura, la extravagancia y la singularidad. Generalmente, el argumento de sus comedias giraba en torno a una figura femenina que se rodeaba de un galán, un criado, un gracioso modernizado y otros personajes secundarios. Entre ellos, se repetían algunos tipos, siempre creados desde un punto de partida original y excéntrico que tenía una finalidad humorística. Por ejemplo, el hombre que permanece postrado por un desamor, "el ladrón que es honrado, las huérfanas tristes que consiguen casarse con el millonario protagonista o matrimonios en trance salvados por un adulterio decente" (Conde Guerri, 1993: 87)[4].

Todos ellos destacaban por su gran eficacia escénica. Sin embargo, ninguno de sus personajes ha pasado a la memoria colectiva (como hicieron el Lazarillo, Don Quijote o Don Juan Tenorio), porque "su función era la de hacer avanzar la trama, pues el teatro de Jardiel era un teatro de intrigas y no de personajes" (Gallud, 2011: 105).

Los personajes pertenecían a las clases altas, carecían de preocupaciones económicas y eran intencionadamente cosmopolitas.  Los rasgos cosmopolitas o modernizantes, tanto los argumentales como los propios del lenguaje de los personajes, buscaron aislar el teatro de Jardiel del regionalismo y costumbrismo que le otorgaban a sus obras dramaturgos como los ya mencionados Carlos Arniches o Muñoz Seca. 
Esta modernidad se reflejaba en su afán por sintonizar con su tiempo presente, ya fuera mediante los temas o en lo relativo a las referencias que hacía a las marcas, productos, teorías psicológicas o movimientos culturales en boga.


El tema principal de sus comedias era el amor, que tomaba diferentes formas modernizantes: “el donjuanismo masculino y femenino, la depredación amorosa, la insatisfacción sexual, el amor como juego, la burla del sexo, la misoginia y la frustración amorosa” (Gallud: 2014, 200). Sin embargo, también incorporó otros temas tradicionales como “el secuestro, la enemistad entre parientes, la caída en desgracia, el rescate, el adulterio, los obstáculos para el amor, el castigo a la ambición…” (Gallud, 2014: 201) que se caricaturizaron a través de lo inverosímil y lo equívoco. Por otro lado, Jardiel innovó en la forma de representar la locura como tema gracias a las curiosas alteraciones de la personalidad que padecían sus personajes. Estas patologías eran un guiño a los afamados procesos psiquiátricos que estaban teorizando especialistas como Freud[5] o Bergson[6], que, además, habían estudiado el humor como proceso psicológico.


Generalmente, las situaciones jardielescas tenían un punto de partida disparatado y las encarnaban personajes pintorescos. De esta manera, se generaba la atmósfera humorística tan representativa del autor. Estas situaciones poseían algunos rasgos recurrentes como la incorporación de lo inesperado, los contrastes en el comportamiento de los personajes, las paradojas, las incongruencias, la falsa lógica y lo equívoco. Casi siempre eran desmesuradas, parecían hiperbolizadas y subvertían todas las reglas racionales. Sin embargo, en el desenlace se descubría cuál era la unión lógica entre ellas, que solía relacionarse con la psicología de los personajes.

Por otro lado, propuso la renovación escenográfica. Su audacia y el haber trabajado en todos los ámbitos teatrales (escritor, director de escena, ayudante de los técnicos, etc.), le permitieron conocer el funcionamiento general de las representaciones. Con estos conocimientos, creó un nuevo modelo de montaje: las escenografías desplazables por medio de ascensores y vagones. Sin embargo, tras elaborar los bocetos, no pudo desarrollarlos por la falta de subvención económica. Aun así, Jardiel logró sorprender al público con escenografías poco corrientes (y modernas) como “un vagón de tren, la cubierta de un transatlántico, un cine […] o una isla desierta” (Gallud, 2014: 197).



(Continuación en: )

Bibliografía:

Conde Guerri, María José (1993). ”La vanguardia y el teatro de Jardiel Poncela”, en Jardiel Poncela. Teatro, vanguardia y humor, Barcelona: Anthropos, pp. 87.

Gallud Jardiel, Enrique (2011). El teatro de Jardiel Poncela. El humor inverosímil. Madrid: Fundamentos.


Gallud Jardiel, Enrique (2014). Jardiel. La risa inteligente. Zaragoza: Doce Robles.




[1] El gran guiñol fue un tipo de teatro francés provocador, que elogiaba la transgresión y rompía con los moldes del teatro burgués. https://elpais.com/diario/1985/03/09/cultura/479170808_850215.html [consulta: 01/05/2020]
[2] Recogida en los prólogos de sus Obras completas. (Jardiel Poncela, Enrique (2013). Obras completas Barcelona: Ed. AHR.)
[3] Extraído de Gallud, 2014: 112.
[4] Extraído de Gallud, 2011: 106. 
[5]  Freud, Sigmund (2012 [1905]). El chiste y su relación con lo inconsciente, Madrid: Alianza.
[6] Bergson, Henri (1985 [1900]). La risa: ensayo sobre la significación de lo cómico, Madrid: SARPE.


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