Con esta última entrada finaliza mi andadura por el blog, en el que he colaborado con el análisis de Cinco horas con Mario y un previo acercamiento a la figura de su autor, Miguel Delibes. Así pues, es momento de exponer las conclusiones que su realización y su investigación me han sugerido.
Sobre el escritor vallisoletano, quiero destacar su habilidad para la naturalidad narrativa y, sobre todo, dialogada. El lenguaje que utiliza en sus obras es el lenguaje de la calle, sin ornatos poéticos ni grandilocuentes, y rebosante, en cambio, de modismos, refranes... que reflejan no solo la sensibilidad del autor hacia la vida humilde y popular sino también su admiración por ella. Gracias a este uso lingüístico en CHCM, la obra consigue impactar con muchísima más fuerza en el lector, quien entiende lo que lee y, además, se ve apelado, de alguna forma, en ello.
La mayoría de las obras de Delibes están ambientadas en el espacio castellano, generalmente en la provincia de Valladolid. Con ello, el escritor denuncia la necesidad de una mayor atención a la economía regional y, sobre todo, a la rural. En CHCM, aunque no se presenta de una manera explícita la localización, podemos suponer, por los frecuentes laísmos, que los personajes sean vallisoletanos. Sin embargo, esta novela pretende una dimensión nacional, no local, al plantear, con una fuerza expresiva que abruma, el conflicto de las dos Españas, analizado ad nauseam. Esto demuestra, de nuevo, que Delibes era un hombre muy consciente de su contexto colectivo, pero también de su circunstancia individual, al encontrarse, como sucedió con Miguel Hernández tras su muerte, pretendido por ambos sectores ideológicos.
En cuanto a lo que respecta estrictamente a la obra, si es que lo estricto en la literatura existe y no converge en lo biográfico y contextual, CHCM destaca, sobre todo, por su forma monologada. El soliloquio de Carmen es mantenido durante más de doscientas páginas sin resultar tedioso ni repetitivo. Y es paradójico: no resulta repetitivo precisamente porque las repeticiones discursivas se explicitan de una forma más que evidente (casi descarada) por el personaje, de modo que se anula la sensación de un ''eterno retorno'' y se comprende, mejor, que es un recurso intencionado por el escritor. El monólogo de la novela permite, además, su versión teatralizada, como muchas de las obras de Delibes, llevadas también al cine, como Los santos inocentes.
La elección formal es, en CHCM, una elección puramente sustancial: no dar voz a Mario supone reconocer el monopolio discursivo y comunicativo de Carmen, pese a su nula significación. El monólogo es, por tanto, el reflejo del país en 1966.
Por otra parte, la novela exige una fuerte implicación del lector, impelido constantemente, en cada intervención de Carmen, a hacer gala de su presupuesta capacidad crítica para no caer en el fácil maniqueísmo que el autor le ofrece de una forma más que evidente: Carmen es el personaje negativo y Mario el positivo.
CHCM permite, además, interpretaciones tan diferentes y opuestas como sus personajes. El ejercicio crítico del lector puede ayudar a comprender la desafección que siente Carmen por su esposo y hacerlo descender desde la figura idealizada de pensador, mártir e incomprendido hacia la materialidad de ensimismado, apático y sexualmente impasible. Del mismo modo, al igual que se puede llegar a sentir una absoluta repugnancia moral por Carmen, se puede llegar a dar el rechazo y el menosprecio hacia el personaje de Mario. Todo ello demuestra uno de los postulados de la Teoría de la Recepción: hay tantas interpretaciones como lecturas, y lecturas como lectores. No obstante, no por ello hay que relativizar la intención de Delibes, que es claramente retratar una sociedad imbécil, en el sentido etimológico de la palabra (''sin báculos, sin apoyos''), inmersa en una débil e incierta deriva ideológica y moral que anula cualquier sentido de humanidad, así como no hay que olvidar que la aparición final de Mario (hijo), con esa abertura de las ventanas para ''airear el ambiente'' hace de CHCM una obra esperanzadora y optimista con respecto al futuro progresista del país: una novela de reconciliación colectiva.
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