domingo, 10 de mayo de 2020

La comicidad verbal del teatro de E. Jardiel Poncela


2. LA COMICIDAD VERBAL.

En el teatro de E. Jardiel Poncela predominaba la acción sobre la palabra, pero su confección del diálogo teatral acoge un admirable manejo de la comicidad verbal. Para explicarlo, me serviré de sus obras Eloísa está debajo de un almendro (1940) y Los ladrones somos gente honrada (1941). De esta manera, además de conocer sus juegos verbales, nos acercaremos a dos historias teatrales muy significativas de este autor.

Eloísa y Ladrones son dos obras teatrales de misterio, una temática frecuentemente cultivada por Jardiel. 
Eloísa es la historia de la resolución de un asesinato. La madre de la familia Briones, Eloísa, murió asesinada a manos de uno de los personajes de la historia, dejando un reguero de locura y divertida incongruencia en sus familiares. Estos protagonizará un conjunto de situaciones inverosímiles, desmesuradas y alocadas hasta que descubran la verdad. 
Ladrones es la historia de un robo que se interrumpe por el esporádico enamoramiento de Daniel, uno de los ladrones. El grupo de ladrones se disuelve en ese momento, pero todos ellos convergerán en la casa del suegro de Daniel, en la que todos los personajes que habitan en ella (familiares,  amigos, servicio e, incluso, ¿fantasmas?) intentarán cometer el robo de la caja fuerte.



El lenguaje de Jardiel demuestra que este autor

había conseguido dominar un castellano normalizado, había logrado «la destipificación del lenguaje, que ya no reflejaba categoría social alguna» [Ruiz Ramón, 1986: 274], ya que su objetivo era la atemporalidad, el cosmopolitismo y el rechazo a la literatura sainetesca, que basaba gran parte de su atractivo en las peculiaridades de expresión y carácter cercanas y reconocibles en los personajes. (Gallud, 2011: 148).

Jardiel no reflejó el habla madrileña en sus obras, como sí habían hecho otros autores de sainetes, por el rechazo de Jardiel hacia el casticismo reflejado en el habla. Sin embargo, podemos extraer de sus obras expresiones castizas utilizadas en contextos sociolingüísticos equivocados, “provocándose un contraste verbal e ideológico muy divertido” (Gallud, 2011: 148). 

El registro que este autor sí utiliza para caracterizar a sus personajes es la jerga de la delincuencia, de la que son representativos términos como bofia, chivato, fario, trincar.... Por ejemplo, en Ladrones se hace evidente el uso de este recurso, pues los ladrones profesionales utilizan expresiones populares de su argot como zumbad ‘moveos’, pintarrias ‘mal aspecto’, el oficio ‘robos’... 
Para acentuar el origen humilde algunos personajes, Jardiel introduce vulgarismos lingüísticos en las intervenciones de los ladrones y en boca del personal de servicio. Por ejemplo, aztuase ‘actuase’, pa ‘para’, atrasao ‘atrasado’, usté ‘usted’…

Atendiendo al registro lingüístico, resulta reseñable el uso que hace Jardiel de los idiomas extranjeros. Los personajes son, en su mayoría, cosmopolitas. Por ello, han viajado y han aprendido otras lenguas. En Ladrones encontramos la intervención de un antiguo ladrón, ahora mayordomo, que ordena estos mandatos por teléfono a los sirvientes de la cocina:

PELIRROJO.-¡Oiga! ¡Alló! ¿Cocina? Cuisine? Office? Aquí es Peter, el mayordomo. Os llamo para rogaros encarecidamente que subáis al comedor, cuanto antes, el helado, porque los señores lo esperan desde hace tres minutos. (Pausa). Yes. Sí. (Pausa) Oui, oui: el helado, el galcé, el ice cream. (Pausa) Eso es. Très bien. All right. (Pausa). ¡Oíd boceras, no me hagáis bajar ahí, porque si bajo, os voy a partir la boca a todos! ¡Y ya está aquí el helado como las balas!, ¿eh? (Pausa) ¡Ah, bueno!... Bien. Parfaitement. Okay. (EJP, 2001: 636)

En este texto se refleja el uso innecesario de términos extranjeros y el estilo pedantesco que choca antitéticamente con el registro vulgar al que recurre en un momento. Esto demuestra que la finura de sus palabras y su modernidad solamente maquillan un pasado oscuro que se mantiene latente en el interior de este personaje.

En relación al uso de los idiomas, Jardiel utiliza de forma humorística el desconocimiento de un personaje su propia lengua o de una lengua extranjera. En el segmento extraído de Ladrones que recojo como ejemplo se refleja, además, el recurso de dotar a sus personajes de tics que favorezcan su caracterización. Castelar siempre olvida su propio idioma al ponerse nervioso y necesita de un traductor, que le cobra una peseta si el párrafo es largo:

          CASTELAR.—Tora de tarum picitas pormoción, pero trupemenerdio todo. (EJP, 2001: 620)

El monólogo interior era una de las obsesiones de este autor. Un ejemplo claro se registra en la criada Práxedes de Eloísa, que exterioriza sus pensamientos y que “posee una particularidad de habla rayana a la neurosis” (Gallud, 2014: 126).

PRÁXEDES.—¿Se puede? Sí, porque no hay nadie. ¿Que no hay nadie? Bueno, hay alguien, pero como si no hubiera nadie. ¡Hola! ¿Qué hay? ¿Qué haces aquí? Perdiendo el tiempo, ¿no? Tú dirás que no, pero yo digo que sí. ¿Qué? ¡Ah! Bueno, por eso... ¿Que por qué vengo? Porque me lo han mandado. ¿Quién? La señora mayor. ¿Que qué traigo? La cena de la señora, porque es sábado y esta noche tiene que vigilar. ¿Que por qué cena vigilando? Pues porque no va a vigilar sin cenar. ¿Te parece mal que vigile? Y a mí también. Pero ¿podemos nosotros remediarlo? ¡Ah! Bueno, por eso... Y ahora a dejárselo todo dispuesto y a su gusto. ¿Que lo hago demasiado deprisa? Es mi genio. Pero ¿lo hago mal? ¿No? ¡Ah! Bueno, por eso... Y no hablemos más. Ya está: en un voleo. ¿Bebidas? ¡Claro! No iba a comer sin beber. Aunque tú bebes aunque no comas. ¿Lo niegas? Bien. Allá tú. Pero ¿es cierto, sí o no? ¿Sí? ¡Ah! Bueno, por eso. (Yendo hacia Fermín y Leoncio.) ¿Y la señora? ¿Se fue? Lo supongo. Por aquí, ¿verdad? (El primero derecha.) Como si lo viera. ¿Que si voy a llamarla? Sí. (Señalando a Leoncio y mirándole.) Éste va a ser el criado nuevo, ¿no? Pues por la pinta no me parece gran cosa. ¿Que sí lo es? ¡Ah! Bueno, por eso... Aquí lo que nos hace falta es gente lista. Ahí os quedáis. (Inicia el mutis.) ¿Decíais algo? ¿Sí? ¿El qué? ¿Que no decías nada? ¡Ah! Bueno, por eso... (Se va por el primero derecha.) (EJP, 2016: 71)

Una de las señas representativas de Jardiel es el uso de los llamados diálogos cómico-ilógicos, “que consisten en una serie de réplicas sucesivas, aparentemente claras por separado e inteligibles para el público, pero que causan perturbación a los personajes” (Gallud, 2014: 116) y suelen generar divertidos equívocos.
Un ejemplo claro de este tipo de diálogo es el que mantienen Clotilde y Ezequiel de Eloísa. Para entender el punto de partida debemos considerar que Clotilde cree que Ezequiel asesina a mujeres y las despelleja (aspecto que a ella le atrae amatoriamente), mientras que Ezequiel, realmente, habla de las pruebas con fines veterinarios que realiza en el pelaje de gatos muertos:

EZEQUIEL.— […] Y me agrada que me considere usted como un profesional del rajen y del pinchen...
CLOTILDE.—¡Ah! ¿Le agrada a usted?
EZEQUIEL.—Sí. Porque yo lo hago por pura afición...
CLOTILDE.—¡Qué cosas hay que oír!
EZEQUIEL.—Pero lo hago con tanta limpieza como el que más.
CLOTILDE.—¡Por favor, Ezequiel! No hable usted así.
EZEQUIEL.—Bueno; no hablaré. Efectivamente, está feo que yo hable así de mí mismo...
CLOTILDE.—Decía que desde el momento que usted es capaz de confesarme sus secretos, eso revela, al menos, que tiene confianza en mí y en mi discreción. Una confianza ¡muy grande!
EZEQUIEL.—Ciega, Clotilde.
CLOTILDE.—Ya lo veo. (Después de una pausa. Solemnemente.) Así pues, Ezequiel Ojeda, lo de Juanita y lo de Felisa y lo de tantas otras, ¿es verdad?
EZEQUIEL.—¡Ah pícara! Siempre creí que había leído usted algo del cuadernillo... Pues bien, ¡sí! Es verdad.
CLOTILDE.—¡Es verdad! Y se diría que lo declara usted con satisfacción.
EZEQUIEL.—Lo declaro con orgullo. Y el día que lo sepa todo el mundo, la Humanidad no olvidará fácilmente mi nombre.
CLOTILDE.—¡A lo que puede llegar la vanidad!... (EJP, 2016: 138-139)

Los juegos con la literalidad del lenguaje introducen puntos cómicos en las obras de este autor, como se muestra en esta conversación de Eloísa:

EZEQUIEL.—Oiga usted: ¿quién es su cuñada?
DIMAS.—La hermana de mi mujer.
EZEQUIEL.—Ya lo supongo; pero digo que quién.
DIMAS.—La novia de Fernando. (EJP, 2016: 142)

Sin duda, no podríamos olvidar el prólogo de Eloísa en el que Jardiel encadena una serie de intervenciones utilizando refranes. Aunque demuestra su maestría cómica, no debemos obviar que es un ataque metaliterario directo al género cómico del sainete, que abusaba de recursos lingüísticos simples como el chiste o el refrán.

SEÑORA.—Es lo que yo digo: que hay gente muy mala por el mundo...
AMIGO.—Muy mala, señora Gregoria.
SEÑORA.—Y que a perro flaco to son pulgas.
MARIDO.—Pero, al fin y al cabo, no hay mal que cien años dure, ¿no cree usted?
AMIGO.—Eso, desde luego. Como que después de un día viene otro, y Dios aprieta, pero no ahoga.
MARIDO.—¡Ahí le duele! Claro que agua pasá no mueve molino, pero yo me asocié con el Melecio por aquello de que más ven cuatro ojos que dos y porque lo que uno no piensa al otro se le ocurre. Pero de casta le viene al galgo el ser rabilargo; el padre de Melecio siempre ha sido de los que quítate tu pa ponerme yo, y de tal palo tal astilla, y genio y figura hasta la sepultura. Total: que el tal Melecio empezó a asomar la oreja, y yo a darme cuenta, porque por el humo se sabe dónde está el fuego.
AMIGO.—Que lo que ca uno vale a la cara le sale.
SEÑORA.—Y que antes se pilla a un embustero que a un cojo.
MARIDO.—Eso es. Y como no hay que olvidar que de fuera vendrá quien de casa te echará, yo me dije, digo: «Hasta aquí hemos llegao; se acabó lo que se daba; tanto va el cántaro a la fuente, que al fin se rompe; ca uno en su casa y Dios en la de tos; y a mal tiempo buena cara, y pa luego es tarde, que reirá mejor el que ría el último».
SEÑORA.—Y los malos ratos, pasarlos pronto.
MARIDO.—¡Cabal! Conque le abordé al Melecio, porque los hombres hablando se entienden, y le dije: «Las cosas claras y el chocolate espeso: esto pasa de castaño oscuro, así que cruz y raya, y tú por un lao y yo por otro; ahí te quedas, mundo amargo, y si te he visto, no me acuerdo». Y ¿qué le parece que hizo él?
AMIGO.—¿El qué?
MARIDO.—Pues contestarme con un refrán. (EJP, 2016: 34-35)

El símil entre conceptos cuya relación es sorprendente también figura en sus obras como un elemento humorístico. De igual modo, lo eran la expresión de cultismos y tecnicismos inadecuados en cuanto al contexto en el que se usaban, así como el empleo de muletillas como recurso de caracterización del habla de alguno de sus personajes.

Estas son algunas herramientas de Jardiel para configurar su comicidad verbal. Espero que os hayan suscitado interés. Por otro lado, os recomiendo la lectura de estas obras. 

Además, me gustaría señalar que las dos obras tratadas han sido filmadas y que, durante esta década, se están representando en teatros españoles. Si algún día tenéis la oportunidad de presenciar la representación de alguna obra de este autor, os animo a aprovecharla. 

 





 



Bibliografía:
Gallud Jardiel, Enrique (2011). El teatro de Jardiel Poncela. El humor inverosímil. Madrid: Fundamentos, pp. 147-152.
Gallud Jardiel, Enrique (2014). Jardiel. La risa inteligente. Zaragoza: Doce Robles, pp. 114-127.
Jardiel Poncela, Enrique (2016). Eloísa está debajo de un almendro. Edición de Gabriel Mas Mateu. Madrid: Cátedra.
Jardiel Poncela, Enrique (1973). Obras completas, Barcelona: ed. AHR.
Jardiel Poncela, Enrique (2001). Obras selectas, prólogo de Gustavo Pérez Puig, Madrid: Espasa, Austral Summa.
Ruiz Ramón, Francisco (1986). Historia del teatro español. Siglo XX, II. Madrid: Cátedra. 274.  




[1] Extraído de Gallud: 2014: 123.


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Y con el teatro de Miguel Hernández doy por concluido este viaje a través de su vida y gran parte de su obra. Personalmente, no sabía much...