domingo, 17 de mayo de 2020

Jesús Fernández Santos: Entrada Segunda


Mi entrada previa aborda la biografía de Jesús Fernández Santos y su trayectoria literaria con algunos comentarios sobre la corriente o ámbito literario en que se encuentra. Aquí, quiero hablar más del neorrealismo en la época de posguerra, sus rasgos y cómo cabe la obra de Fernández Santos dentro de esto movimiento cultural. Es importante tener en cuenta que el cine de posguerra, especialmente el cine italiano, tuvo un gran impacto en el desarrollo del neorrealismo español en general y en la obra de Fernández Santos en particular; voy a comentar sobre este aspecto en mi próxima entrada, porque merece su propia discusión apartada de ésta.

Incluido en la Generación del 50, Fernández Santos era coetáneo de notables novelistas, como Ignacio Aldecoa, Juan Goytisolo y Carmen Laforet. Según Lina Rodríguez Cacho, los rasgos comunes de este movimiento incluyen “la idea sartriana del compromiso – moral o político, pero de intención crítica” y, como ya he mencionado, el neorrealismo italiano, los cuales engendran la “novela social” (423, 424). Por supuesto, la manera en que se manifiesta el realismo social varia entre los autores, con la crítica social enfocada en aspectos distintos de la vida española. No obstante, tras la agudeza pesimista y una perspectiva desoladora, la literatura novelística de los años 50 marcó una novedad en la historia literaria del país y una vista fascinante en la psicología durante la época posguerra; la escritura de Fernández Santos no es una excepción.

En un trabajo de José Diego Santos, está citado Fernández Santos diciendo sobre su novela recién publicada Libro de las memorias de las cosas (1971), “‘Como soy narrador, quise hacer y acabé haciendo una novela, …desde la huella que dejara la tierra un día, ese día en que como tantos otros en España, quede borrada y demolida, y lo que es más importante, definitivamente olvidada’” (10). Es lo olvidado, los detalles cotidianos de que no hacemos caso los que mueven el bolígrafo en la mano de Fernández Santos. Para él, relatar una historia es recontarla con toda la minuciosidad que afrontamos en la vida real, pero la desechamos como regular o no especial. Hay que ser consciente, más que consciente, para darse cuenta de las absurdidades y la ironía que permean todos los momentos y, entonces, para ridiculizarlas. Esto es el neorrealismo social de Fernández Santos: “‘La novela debe ser, supongo, una interpretación del país en que vivimos, interpretación personal que nazca de un conocimiento íntimo de nuestras cosas” (Diego Santos, 13).

Los protagonistas de la obra neorrealista de Fernández Santos son hombres humildes, los cuales vienen “de los marginados de la sociedad, desde obreros o campesinos al pueblo entero” (Kim 59). Es decir, los personajes forman parte de lo olvidado que motiva a Fernández Santos. De este modo, “el concepto neorrealista, en sentido general, se corresponde con la novela que transcribe la vida cotidiana de la gente humilde para llegar a lo esencial”, lo esencial siendo “la verificación de la realidad lo importante” (Kim 59). Por tanto, se construye el neorrealismo de Fernández Santos a través de extrapolación, desde las figuras marginalizadas a un diagnóstico de la sociedad, de realidad en general. Aquí vemos las huellas del existencialismo de la época: la concentración en el hombre, la incertidumbre de lo importante y la vulnerabilidad a las fuerzas incontrolables. Se puede decir que la ficción de Fernández Santos busca el significado en un mundo en que, parece, se esconde detrás de la actualidad insatisfecha.

Para comprobar estos pensamientos que he planteado, incorporo algunos comentarios sobre Los bravos (1954), tal vez la obra más aclamada de Fernández Santos. Es una crítica del mundo rural en que hay “una tremenda lucha por la vida, un esfuerzo titánico para sobrevivir; a pesar de ello los habitantes viven rodeados de miseria” (Diego Santos 14-15). La escenografía es tan clave a la historia como los personajes que residen allí, ya que genera los problemas que se encuentran. Es el campo brutal que no ofrece nada fácil, pero sí ofrece la imposibilidad de mejorar la vida. Por eso, los campesinos tienen la necesidad de dejar la tierra, sin embargo, no hay ningún lugar para ellos, pues no tienen el conocimiento necesario para obtener buen trabajo en la ciudad (Diego Santos 15). La gente es abandonada y desamparada, y no hay ningún remedio que pueda salvarla.

Todo esto se ve con la llegada de un médico joven allí, quien se da cuenta del “odio, sordidez e incomprensión que le rodea” (Kim 60). Es parecido a la novela El castillo (1926) de Kafka, en que un agrimensor llega al pueblo que lo contrató, pero encuentra a una gente sencilla y hostil. Kafka utiliza más recursos surrealistas en su novela, pero el tema central del campo como un espacio cruel se comparte entre las dos obras. Kim en su disertación nota que “El diálogo abreviado, desnudo, simple, cinematográfico…coincide con la condición intelectual de los personajes que son incapaces de exteriorizar su sentimiento”, o sea, son privados de un léxico como resultado de su falta de educación, la cual se debe a la ubicación del paisaje. Es crítica social expuesta a través de una perspectiva realista determinada, pero quién es el blanco, el gobierno o la gente, o ambos, es la pregunta.

Obras citadas:
Diego Santos, José. “Jesús Fernández Santos: El hombre y su obra.” Revista Alcántara.
            Época III, Número 3, 1984, p. 7-27.
Kim, Son-ung. La narrativa neorrealista de Jesús Fernández Santos (1954-1964). 2002.
            Universidad Complutense de Madrid, Tesis doctoral.
Rodríguez Cacho, Lina. Manual de historia de la literatura española. Barcelona, Castalia
            Ediciones, 2017.

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