![Cinco horas con Mario: Cincuenta años de historia - YouTube](https://i.ytimg.com/vi/ZR_ErdZIo9M/maxresdefault.jpg)
El libro está dividido en tres partes: una introducción, ubicada en el velatorio de Mario, donde se refleja la hipocresía burguesa (en la línea de la''feria de vanidades'' de Gil de Biedma) y que Delibes expresa con gran acierto irónico al denominar ''bultos'' a los allí presentes, al poner en boca de los personajes las fórmulas lingüísticas más convencionales y vacías o al describir la forma de saludar a la viuda: ''Carmen se inclinaba, primero del lado izquierdo,
y, luego, del lado derecho, fruncía los labios y dejaba volar el beso, de
manera que la otra sintiera un breve estallido pero no su efusión'' (1984: 22); le siguen veintisiete fragmentos del monólogo de Carmen, introducidos todos ellos por una cita bíblica que la mujer emplea para defender sus comentarios y en base al estilo libre indirecto y la asociación de ideas, técnicas, ambas, bastante novedosas en la literatura española y procedentes de los textos estadounidenses; por último, el encuentro entre Carmen y su hijo Mario, que supone la derrota de la visión extremista de Carmen frente al pensamiento del hijo, que encarna la esperanza en un futuro más abierto y tolerante. Por ello, CHCM es una novela en la que Delibes expresa un cierto optimismo con el devenir de España.
El monólogo de Carmen es, en realidad, la justificación desesperada de una ligera infidelidad que esta mantiene con Paco, uno de los personajes secundarios, y que atormenta los principios católicos de castidad, lealtad y recato en los que Carmen fundamenta parte de su cosmovisión. Pese a que Carmen suplica, con gran patetismo, el perdón a Mario (aunque muerto, Carmen se dirige a él como si continuase con vida), lo cierto es que sus disculpas no son nada sinceras, y vienen originadas por la presión de su conflicto moral interior. Por ello, todo el monólogo consiste en envilecer la figura de Mario, vejándolo en muchas ocasiones, y pretendiendo justificar, con los que Carmen considera defectos de su marido, su desliz amoroso con Paco: ''Tú, Mario, un don nadie, para qué nos
vamos a engañar'' (1984: 178), ''Que no tienes donde caerte muerto'' (1984: 95) o ''Que a seco y despegado no te gana
nadie, cariño'' (1984: 54) son solo algunos de los ejemplos de la crueldad de Carmen.
Sin embargo, los defectos de Mario no son tales, y, por el contrario, engrandecen su figura: es un individuo, ante todo, intelectual, tremendamente íntegro en lo ético, galante de unos principios dignos y honestos relacionados con ciertos anhelos revolucionarios de carácter socialista-proletario, en lo religioso, protestante, contrario a la caridad católica, desconforme con el régimen político del momento y con sus valores sociales, y humilde, muy humilde. Esta humildad, así como el conformismo económico, sacan especialmente de quicio a Carmen: el no tener coche (el famoso Seiscientos) genera en Carmen una vergüenza y un bochorno de magnitudes estratosféricas porque le hacen sentirse parte de las clases bajas y pobres, teniendo que desplazarse en el transporte público, lo cual le repugna y le produce náuseas. Son muy numerosas las escenas de la vida de Mario que Carmen destroza con su juicio conservador, y con las que culpa al difunto de su infelicidad y del fracaso de su matrimonio. Estas escenas no reflejan otra cosa que la grandeza moral de Mario y, por tanto, la bajeza de Carmen, lo cual encaja en el juego irónico que plantea Delibes y que Bottaro analiza con gran precisión: ''Si un personaje no calificado para emitir
juicios de valor valora algo como negativo, entonces este será positivo
(también lo es para el autor)'' (2001: 22).
Carmen arremete contra la totalidad de la figura de su marido, calificando de ''ambiente mezquino'' a su familia, y defendiendo la agresión policial que el propio Mario sufre por ir en bicicleta por la noche (la bicicleta, de nuevo, un elemento muy delibesano). No muestra ningún tipo de piedad sino que menosprecia la depresión que Mario sufrió en sus últimos años de vida (probablemente causada por la frustración que le suscita el pensamiento de Carmen) y que deriva en una profunda crisis existencial y ética. Carmen desprecia a Mario, le repugna su intelectualidad (trabaja en un diario de corte izquierdista y es catedrático de Historia en la Universidad) y su físico (pálido y delgaducho). En este sentido, ''Delibes puede ser muy cruel en este relato, y
las eternas quejas de Carmen (…) configuran un panorama aterrador'' (1984: XI). Por ello, resulta algo inverosímil la base argumental de la obra, ya que son dos individuos, Carmen y Mario, absolutamente opuestos, incompatibles, sin amor y, sobre todo, sin comunicación. Uno de los personajes femeninos, Esther, una de las amigas de Carmen, sí comprende a Mario, y lo defiende ante las burlas de Carmen, generalmente dirigidas al tedio que le suscitan los libros escritos por su marido y sus reflexiones éticas.
Hay que señalar, por su parte, que el personaje de Mario recoge muchas de las anécdotas biográficas de Delibes, desde el uso de la bicicleta, hasta el trabajo en el periódico o el rechazo del progreso ''motorizado'' (el coche).
Por lo que respecta al estilo, lo que hay que comentar de ello es, si cabe, más interesante, porque es fundamental en la comprensión de la obra: el aparato formal de CHCM es una clave sustancial, del contenido. La apuesta de Delibes por el monólogo no es nada casual: ''Según las exigencias del tema adopto una
técnica u otra’’ (1985: 356*), pero sobre el elemento sustancial en la forma de la novela hablaré en la siguiente entrada, porque lo considero un rasgo narrativo de precisiones únicas.
Por lo tanto, finalizaré esta entrada con la atención a otro de los elementos fundamentales de toda obra literaria: su lectura.
La lectura de CHCM supone un enorme desafío a la conciencia crítica del lector, ya que, desde el inicio, está impelido a sentir un profundo rechazo por Carmen así como a compadecerse de Mario. En efecto, ‘'la habilidad de Delibes consiste en hacernos simpatizar con el muerto enmudecido y no con la verborreica protagonista’’ (1984: 256). Como lector, he intentado rebelarme contra la trampa de Delibes, esforzándome por encontrar algún punto de simpatía en Carmen que justificase realmente su modo de hacer y de pensar, pero ha sido imposible. La trampa de Delibes está calibrada desde la primera hasta la última palabra, y es asfixiante: el lector está obligado a ''escuchar'' el monólogo de Carmen sin que ningún otro personaje intervenga para contradecirle y enfrentar la ideología. Recuerdo que me dijeron que hacía falta mucha paciencia para leer CHCM, yo pensé que se referían a la extensión del libro, o al lenguaje utilizado en él, pero no, se referían, por el contrario, al ejercicio estoico que el lector debe poner en práctica ante los continuos ataques a los derechos humanos de Carmen.
Sin embargo, en algunas ocasiones, el libro peca, a mi juicio, de enunciados demasiado maniqueos que despiertan al lector de su rechazo absoluto a Carmen y que provocan en él la reflexión de que puede que también Carmen esté siendo deformada, en este caso por el autor. ''Leer y pensar es malo, cariño, convéncete'' (1984: 50) es uno de los ejemplos en los que es tan vago el pensamiento de Carmen, tan superfluo, tan imbécil (en el sentido etimológico de la palabra, aunque también, si me permitís, en el convencional) que origina en el lector un cambio de actitud, desplazándolo desde la impotencia y la repugnancia hacia la sonrisa irónica.
En Cinco horas con Mario, Delibes somete al lector a una exasperante prueba moral que convierte la obra en un valle lacrimorum, solo que las lágrimas resultan ser de rabia ante el reconocimiento de una España no tan lejana y aún presente en muchas de los Cármenes del día a día. Pero, con todo, Delibes es un autor que cuida a sus lectores, y todo el desgaste psicológico que causa el monólogo de Carmen encuentra su recompensa en la aparición, fresca como el agua en verano, de Mario (hijo), que, con su intervención produce en el lector una suerte de catarsis que se debe saborear como se debe:
*Citado por Martínez Cachero (1985: 356) en la entrevista de Andrés Amorós, Yo, Madrid, 1974, 40
Bottaro, Mayre ''La ironía como artificio constructivo en Cinco horas con Mario de Miguel Delibes’', Nº34, 2001, 20-33
Delibes, Miguel, Cinco horas con Mario, España, Círculo de lectores, 1984, introducción de Rafael Conte y epílogo de Alberto Cousté.
La lectura de CHCM supone un enorme desafío a la conciencia crítica del lector, ya que, desde el inicio, está impelido a sentir un profundo rechazo por Carmen así como a compadecerse de Mario. En efecto, ‘'la habilidad de Delibes consiste en hacernos simpatizar con el muerto enmudecido y no con la verborreica protagonista’’ (1984: 256). Como lector, he intentado rebelarme contra la trampa de Delibes, esforzándome por encontrar algún punto de simpatía en Carmen que justificase realmente su modo de hacer y de pensar, pero ha sido imposible. La trampa de Delibes está calibrada desde la primera hasta la última palabra, y es asfixiante: el lector está obligado a ''escuchar'' el monólogo de Carmen sin que ningún otro personaje intervenga para contradecirle y enfrentar la ideología. Recuerdo que me dijeron que hacía falta mucha paciencia para leer CHCM, yo pensé que se referían a la extensión del libro, o al lenguaje utilizado en él, pero no, se referían, por el contrario, al ejercicio estoico que el lector debe poner en práctica ante los continuos ataques a los derechos humanos de Carmen.
![Delibes y Cinco horas con Mario](https://bembibredigital.com/wp-content/uploads/2010/03/fotos_canales_literatura_delibes.jpg)
En Cinco horas con Mario, Delibes somete al lector a una exasperante prueba moral que convierte la obra en un valle lacrimorum, solo que las lágrimas resultan ser de rabia ante el reconocimiento de una España no tan lejana y aún presente en muchas de los Cármenes del día a día. Pero, con todo, Delibes es un autor que cuida a sus lectores, y todo el desgaste psicológico que causa el monólogo de Carmen encuentra su recompensa en la aparición, fresca como el agua en verano, de Mario (hijo), que, con su intervención produce en el lector una suerte de catarsis que se debe saborear como se debe:
''Nos hemos dado cuenta de que lo que uno viene
pensando desde hace siglos, las ideas heredadas, no son necesariamente las
mejores. Es más, a veces no son ni tan siquiera buenas, mamá'' (1983: 244).
Breve entrevista a Lola Herrera sobre la versión
teatral de CHCM
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Bottaro, Mayre ''La ironía como artificio constructivo en Cinco horas con Mario de Miguel Delibes’', Nº34, 2001, 20-33
Sanz Villanueva, Santos, "Miguel Delies", en Revista de la Fundación Juan March, Nº. 332, 2003, 3-14
Sobejano, Gonzalo, ''Narrativa española 1950: 2000: la novela, los géneros y las generaciones'', en Arbor: Ciencia, pensamiento y cultura, Nº 693, 2003, 99-112