Estas tres son las claves que, según defendía Miguel Delibes, debían estructurar cualquier novela. El cuerpo de las obras de nuestro escritor está muy deliberado, con profundas investigaciones sobre los registros lingüísticos (ya comentados) y sobre la psicología de los personajes. Para El hereje (1998), una novela atípica en su tendencia narrativa ya que traslada la acción a los momentos del protestantismo (aunque, eso sí, siempre en Valladolid), Delibes preparó una enorme documentación, durante más de dos años, sobre las vestimentas, modos de habla, costumbres y, por supuesto, devenir de los acontecimientos históricos. Mereció la pena, porque su novela resultó todo un éxito. Con ella, se puede dar por concluida la producción literaria de reconocimiento del escritor.
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Ruta de documentación para El hereje (imagen recuperada del documental ''La X de Max'' |
Esta producción literaria se inicia en 1948 con La sombra del ciprés es alargada, de fuerte carácter existencial y que le mereció el Premio Nadal. Pese a ello, Delibes no estaba orgulloso de ella.
Lo cierto es que Delibes, como buen ''notario de su tiempo'' (según lo definen algunos de sus hijos), participó plenamente con su escritura del fluir literario en España: cultivó la novela social, con El camino (1950), la estructural, con Cinco horas con Mario (1966), y la heterogeneidad de finales de siglo con El hereje (1998).
La obra Tiempo de silencio (1962) de Martín Santos es clave para entender la evolución estilistica de Delibes, ya, tomándolas de ella, potencia en sus obras posteriores (Cinco horas) técnicas narrativas como el monólogo interior y el perspectivismo. Es un cambio que caracteriza a la década de los sesenta, en la que se abandona la novela social, de estilo realista, y se da paso al experimentalismo, con gran influencia, por supuesto, de las creaciones hispanoamericanas y estadounidenses.
En esta década, en que Delibes escribe Cinco horas con Mario, la fuerte presencia del recuerdo como motivo creador es otro elemento a considerar. Los escritores están ensimismados en su melancolía y, por ello, proyectan un mayor intimismo en sus textos. Es una constante búsqueda de sí mismos, sobre la que Gonzalo Sobejano aporta unas palabras que, a mi juicio, resultan fundamentales: ''la persona permanece dentro de su conciencia,
y solo se proyecta hacia fuera para intentar descifrar el contexto que acaso
pudiera explicar su identidad’’, y esto sucede así porque ‘‘la persona se siente confusa,
incompleta, en peligro de extravío o de anulación’’ (2003: 105). Con estos comentarios de Sobejano, muy precisos y claros, se comprende mucho mejor la creación poética no solo de Delibes sino del resto de sus coetáneos en la década de los 60.
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Los santos inocentes, de Mario Camus (1984) |
También, y con esto finalizo, hay que tener en consideración este apunte: ''Delibes siempre tuvo presente que la
novela debe contar una historia y debe lograr por todos los medios la
complicidad del lector. (2003: 164). Ello justifica, no solo el cambio estilístico, reenganchado a la vanguardia, sino el éxito artístico de sus obras, que trascienden lo puramente narrativo para colarse, con brillantez, en otros formatos, como el teatral o el cinematográfico. Varias de las obras de Delibes gozan de una versión cinematográfica, aunque la más conocida, en mi opinión, es Los santos inocentes (escrita en 1981, y llevada al cine en 1984 por Mario Camus), con interpretaciones inolvidables como las de Paco Rabal o Alfredo Landa.
*Considerando suficiente la definición de la figura de Miguel Delibes, las próximas entradas versarán ya sobre la obra Cinco horas con Mario.
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Sobejano, Gonzalo, ''El lugar de Miguel Delibes en la narrativa de su tiempo'' en Siglo XXI, literatura y cultura españolas: revista de la Cátedra Miguel Delibes, Nº. 1, 2003, 175-188
Sobejano, Gonzalo, ''Narrativa española 1950: 2000: la novela, los géneros y las generaciones'', en Arbor: Ciencia, pensamiento y cultura, Nº 693, 2003, 99-112
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